La baja autoestima, su origen y cómo combatirla

"No soy suficiente", "es mi culpa", "mi cuerpo es feo", "si no lo logro, soy un fracaso".
¿Cuántas veces hemos tenido ese tipo de pensamientos sobre nosotros mismos? 
Olvidamos la diferencia entre "opinión" y "hecho" y asumimos que la opinión es un hecho.
No es lo mismo decir "peso 90 kilos" (hecho, objetivo),
que "mi peso se ve feo" (opinión, subjetivo).
Cuando asumimos una opinión y la convertimos en creencia,
corremos el riesgo de perjudicar nuestra autoestima. 
¿Cómo podemos evitarlo?

El juicio subjetivo de cada persona

Comencemos reflexionando que todos necesitamos un criterio de las cosas. La mente desarrolla su concepto, visión y percepción de todo aquello que lo rodea, juzgándolo como "bueno", "malo", "bello", "feo", "agradable", "negativo", etcétera. Desde la apariencia del cielo hasta la vida misma, todo es juzgado por nuestra mente y categorizado.

Estos juicios son muy, muy variados entre persona y persona. Cualquier estímulo visual, auditivo, olfativo, táctil o degustable, puede ser juzgado como "agradable" o "desagradable". Sin importar que existan estímulos que son juzgados por la mayor parte de las personas como "agradables" (como una luna brillante) o "desagradables" (como el olor de un basurero), siempre puede haber una excepción que lo califique de otra forma, por la simple razón de que todo ello es subjetivo (es decir, no es verdad absoluta, o no es "objetivo").

Confundir lo subjetivo con lo objetivo

Por razones que sobra un poco abordar aquí, muchas personas suelen pronunciar sus opiniones como hechos. Por ejemplo, afirman que "esa comida es mala", en lugar de "a mí no me gusta esa comida", o "ese pantalón es horrible", en lugar de "ese pantalón no es de mi agrado". Es decir, afirman que la realidad es como ellos la perciben.

Este hecho, muchas veces, pasa desapercibido y es completamente normalizado; sin embargo, se puede correr el peligro de caer en confusiones y asumir que esas opiniones son la realidad, distorsionando totalmente nuestra percepción de las cosas. Como ejemplo, si alguien nos dice "no pruebes esa comida porque es muy mala" (debido a que no le gustó), podemos asumir que la comida, de hecho, es mala y, desde antes, tener una creencia negativa sobre ella, sin cuestionar el porqué de la opinión ni preguntar si nuestro criterio propio podría ser diferente.

Esto se hace especialmente peligroso en temas de autoestima, como veremos a continuación.

La realidad percibida desde las creencias

Pensemos en tres estudiantes que reprueban un examen. Uno de ellos, al ver la calificación, considera que es un fracaso total, que no sirve para la escuela y que está destinado a la ruina académica y laboral; otro, piensa que simplemente falló en algo y que se esforzará por corregirlo, sin perder de vista, también, aquello que hizo bien; el último, cree que el profesor le tiene envidia por sus virtudes y lo reprobó a propósito para desquitar su coraje.

Si nos damos cuenta, los tres alumnos están viviendo la misma situación, pero lo están interpretando o viviendo de forma distinta. ¿Por qué? Porque los tres tienen una autoestima diferente; el primero siente, de por sí, que es un fracaso y que fallar es lo peor que le puede pasar; el segundo acepta su error y lo lleva a la corrección, sabiendo que también tiene virtudes; el tercero, tiene delirios de grandiosidad que, muy probablemente, esconden inseguridades fuertes.

La autoestima de cada persona influye en cómo percibe lo que le dicen, lo que es y lo que le sucede. Esa autoestima, compuesto por un conjunto de juicios sobre sí mismo, tiene un origen, pues cada uno de esos juicios son ideas aprendidas que surgieron en algún momento.

Cuando la autoestima (es decir, el conjunto de juicios sobre sí mismo) es negativa, la persona corre el riesgo de percibir de mala manera todo lo que le pasa, lo que es, lo que siente y lo que le dicen. Por ejemplo, si se equivoca, pensará que es un fracaso; si termina una relación, pensará que no es suficiente; si critican su cuerpo, pensará que, de hecho, es horrible. De ahí que la autoestima sea uno de los principales pilares a examinar y tratar en la psicoterapia.

El origen de las creencias

Para descubrir de dónde viene la autoestima baja de cada persona, es indispensable que, primero, el individuo entienda la diferencia entre "objetivo" y "subjetivo"; así, caerá en la cuenta de que su percepción negativa no es una verdad absoluta, sino creencias no-objetivas. Una vez que entiende eso, puede empezar a autoexaminarse y dar pie a que descubra dónde y cuándo pudieron haberse originado tales ideas.

Los orígenes más comunes de la baja autoestima son:

  • Las figuras de autoridad. Todo niño necesita que se le inculque una forma de pensar y son sus figuras de autoridad las que se encargan de eso. El niño percibe a esas personas como autoridades y, por tanto, asume que lo que le dicen es verdad. Cuando sus enunciados son rigurosos y se pronuncian como afirmaciones, el niño los va a asumir y los conservará. Ejemplo: "eres un tonto", "no sirves para hacer eso", "vas a fracasar cuando seas grande", "no debes fallar", "si fallas, eres un idiota", etcétera.
  • Bullying. El niño que recibe acoso escolar suele sesgar la percepción que tiene de sí mismo, debido a que ese acoso suele manifestarse como insultos y burlas. Al no tener la oportunidad de responder a tales insultos, los asume.
  • Comparaciones. Cuando una persona es comparada con otra, generalmente percibe a su punto de comparación como superior. Ejemplo: "ese hombre se ve muy atractivo porque va al gimnasio", "esa chica tiene un cuerpo hermoso, mira su abdomen plano", "ese niño es muy inteligente, saca puro 10 en la escuela". Al recibir estas ideas, la persona descubre que no tiene esas características y, generalmente, aprende a verse como inferior; más aún, suele buscar la forma de competir con sus puntos de comparación para evitar la sensación de inferioridad.

Los daños a futuro de las creencias negativas

Cuando la persona interioriza esas ideas negativas y nunca se le enseña a debatirlas, crecerá y permanecerá con esos juicios en su mente, ya que no tendrá otra forma de pensar en su "repertorio". 

Esto causará que, con el paso de los años, sus vivencias, las opiniones que le hagan y su percepción de sí misma, sean interpretadas de forma negativa, pues esa interpretación se hace según la creencia previa.

Ejemplo: Si es despedida de su trabajo, pensará que su vida es un fracaso, pues se le enseñó a ver el fallo como algo inmensamente catastrófico; si se le dice que su ropa se ve mal, pensará que es una realidad para todo el mundo y que todos le verán mal; si sube de peso, se comparará con las personas delgadas, pues asume que son más bellas.

La interpretación de estos hechos solamente contribuirá a disminuir aún más su autoestima, a aumentar su exigencia y a empeorar su relación consigo mismo.

Para poder mejorar esta autoestima, es esencial que estas ideas sean CUESTIONADAS y DEBATIDAS.

Debatir las creencias previas para lograr un criterio propio

Una vez que el individuo descubre que los juicios que tiene sobre sí mismo son creencias asumidas, podrá indagar en el origen de las mismas y descubrir, quizá, que son producto de lo que sus padres le decían, del bullying que recibió, de las comparaciones que le hacían o cualquiera que sea. Es decir, podrá CUESTIONAR sus creencias.

Ejemplo: "¿realmente soy un fracaso como persona, o eso me hicieron pensar mis padres?", "¿qué evidencias tengo de ser un fracaso absoluto?"; "¿soy muy feo en realidad, o simplemente no le parecí atractivo a esa persona?", "¿qué diría alguien más de mí?"; "esa persona con abdomen plano, ¿en verdad es mejor que yo, o solo encaja mejor con el estereotipo subjetivo social?".

Sin embargo, es sumamente importante que el trabajo no se quede ahí, sino que escale a un DEBATE enfocado al CRITERIO PROPIO. Para ello, la persona debe hacer a un lado lo que otros le han dicho y centrarse en sí misma: "en el fondo, ¿qué pienso yo de esta idea?", "¿estoy realmente de acuerdo?", "¿qué otras formas de pensar hay sobre aquello que juzgo como negativo?", "¿por qué asumir ese criterio tan estricto?", "si no hubiera recibido esas ideas, ¿qué pensaría?".

La persona puede ayudarse de su imaginación para concebir otros criterios: "otra persona, muy distinta, ¿qué pensaría de esto?". Así, irá descubriendo otros criterios y abrirá su mente a concepciones nuevas.

Ojo: tener un criterio propio no significa llevar la contraria a todo, sino coincidir o discrepar porque ese criterio propio así lo dice.

Este trabajo puede durar días de reflexión y puede ser impactante, pero es posible pronosticar el inicio de un cambio positivo que mejore la autoestima de quien lo hace.

Exponerse al estímulo evaluado para modificar el criterio.

Una vez que la persona logró encontrar otro criterio, necesita "convencer" a su mente de que puede ser así. Para ello, es recomendable que se exponga al estímulo que evalúa como negativo. Por ejemplo, que se mire al espejo, que contemple a personas con "mejor cuerpo", que recuerde sus errores, etcétera. 

Mientras se expone, debe tener en mente la reflexión hecha en su "debate", de manera que pueda modificar sobre la marcha su criterio y así, ir estabilizando su autoestima y lograr que ese criterio propio se consolide. 

Así, puede disminuir significativamente el impacto que tiene la crítica, el fallo y la comparación sobre sí.

Ampliaré el abordaje de "debatir creencias" en un próximo artículo para enfocarlo a temas de ansiedad.

Distorsiones cognitivas más comunes

Nuestra forma de ver la vida determina, en gran parte, cómo actuamos ante las situaciones.
Cuando estas interpretaciones son equivocadas, nuestra conducta también lo es
y nuestras emociones son negativas.


Las distorsiones cognitivas son maneras equivocadas de interpretar lo que sucede. Estas formas erradas, nos llevan a un pesimismo que nos hace sentir y comportar de forma negativa.

Ejemplo: si una persona se levanta en la mañana y, al salir de su cuarto, se tropieza, pensará "va a ser un mal día". Esta interpretación del hecho, le hará predisponerse a que su día está arruinado y, por tanto, sentirse de forma negativa sin motivo real.

Las distorsiones cognitivas más frecuentes son:

1. Extremos "todo o nada", "siempre o nunca". 

Los hechos que nos ocurren son interpretados como "completamente buenos" o "completamente malos"; no se le encuentra un punto medio que pueda ser mucho más útil y nos predispone a actuar de forma extrema, sin moderación.

Ejemplo: "fracasé en mi última relación; por tanto, nunca me irá bien en el amor".

2. Sobregeneralización.

Consiste en concluir que "todo es así" por un solo caso.

Ejemplo: "este día no estuvo bien; toda mi semana se arruinó".

3. Personalización

La persona asume que todo lo que sucede en su vida, cómo están las personas o qué hacen, está relacionado con ella.

Ejemplo: "mi papá despertó enojado, ¿qué le hace?"; "mi pareja me engañó, ¿en qué fallé?".

4. Razonamiento emocional.

La persona interpreta y asume la realidad según sus emociones.

Ejemplo: "me siento triste, seguramente todos están igual".

5. El deber ser / el no deber ser.

El individuo, perfeccionista, se esfuerza por alcanzar lo que "debe ser", evitar lo que "no debe ser", por lo que se exige de más, provocándose gran estrés al estar persiguiendo un perfeccionismo imposible.

Ejemplo: "necesito esforzarme más", "no debo llorar".

6. Lectura de pensamientos.

La persona asume lo que otros creen y se pone mal por eso.

Ejemplo: "seguramente me están viendo", "seguro se están riendo de mí".

7. Adivinar el futuro.

Asumir que lo peor pasará, comportarse como si eso fuera seguro, siendo que el futuro jamás está determinado.

Ejemplo: "Me va a ir mal", "será un mal día", "va a salir mal esto".

8. Catastrofizar.

Imaginar y profundizar en el peor resultado posible, estresándote ante ello.

Ejemplo: "Tengo esta situación; seguramente saldrá mal, voy a fracasar, me sentiré horrible".

9. Etiquetar.

Dar adjetivos y calificativos a sí mismo y a las cosas; estos calificativos tienden a ser negativos y, por causa de ello, la persona se asume así y su autoestima baja.

Ejemplo: "soy desagradable", "soy tonta", "soy mala persona".

10. Abstracción selectiva.

De los acontecimientos y personas de su vida, quedarse únicamente con lo negativo.

Ejemplo: "Fue un mal día, porque el transporte de regreso tardó mucho tiempo". 

Conclusión y recomendación

Como se puede ver, estas distorsiones son completamente erróneas, pues se ignoran las causas verdaderas de aquello que pensamos y solamente se asume, sin bases reales, adaptando la conducta a lo negativo que se piensa.

La Terapia Cognitivo Conductual se enfoca en corregir estas distorsiones, de manera que, al hacerlo, la persona logre sentirse y comportarse de mejor forma en su vida diaria.

¿Por qué algunos suicidas NO dan señales de sus intenciones? ¿Cómo prevenir en esos casos?

                                   

Es bien sabido que no todos los casos de suicidio fueron acompañados de señales previas.  Es decir, no todos los suicidas dan señales de sus intenciones. Siendo así, ¿cuál es la forma de prevenir el suicidio en estos casos?

En algunos casos, el suicida manifiesta sus intenciones de forma directa, mediante palabras como "ya no quiero seguir", "no puedo más", entre otras.

Pero, en otros casos, el suicida "toma de sorpresa" a todos mediante una acción que, para la mayoría, es completamente inesperado. ¿Cómo, entonces, se puede prevenir en estos casos?

Separemos los casos. Para empezar, ¿cuáles son las señales de ideación suicida? Para la psicóloga Jacqueline Aquino, creadora de Psicología Emocionante, existen señales a nivel comportamental, emocional y mental:

Hay diferentes señales que pueden indicar la presencia de ideación suicida, éstas pueden manifestarse por medio de comportamientos, emociones y pensamientos.
Entre las señales comportamentales, podemos encontrar, alteraciones significativas en la alimentación y sueño, bajo rendimiento laboral y escolar, exposición frecuente a situaciones de riesgo, experimentación de accidentes con regularidad, descuido del arreglo e higiene personal, desprendimiento de sus pertenencias, investigación constante sobre sustancias y armas.
En las señales emocionales, la persona puede experimentar y expresar emociones como la tristeza, desesperanza, enojo, miedo, decepción, incomodidad e irritación.
Y a nivel mental (pensamientos y capacidades cognitivas) hay dificultades en la
atención, memorización y aprendizaje, hay pensamientos negativos y repetitivos,
expresa frases como "nadie me comprende", "me quiero morir", "soy un cobarde" y llega a tener visualizaciones sobre su muerte con frecuencia.

Sin embargo, ¿por qué existen casos en que no se dan señales claras de ideación suicida? La misma psicóloga responde:

Generalmente, hay señales que indican la presencia de ideación suicida en una persona, sin embargo, hay ocasiones en que la persona oculta sus pensamientos y emociones, además que sus acciones llegan a ser disfrazadas, debido a que cree que nadie la comprende y que la única solución a su sufrimiento es quitarse la vida; es por ello que le es muy difícil hablar de su dolor y, por lo tanto, pedir ayuda. 

En estas palabras tenemos un motivo principal: la persona no siente que pueda recibir ayuda; no siente que tenga solución.

En estos casos, ¿qué se puede hacer? La psicóloga continúa:

En cambio, si nosotros empezamos a prestar atención en la forma de actuar y hablar de nuestros seres queridos puede marcar un antes y después, ya que los podemos apoyar a que compartan lo que viven y guiarlos a buscar ayuda de su familia, las instituciones pertinentes y los profesionales de salud mental correspondientes.

Ahí entra una de las claves: la atención, la empatía y la detección de cambios, enfatizando cualquier cambio extraño en el comportamiento de la persona. 

Cuando no hay estos cambios, ¿qué se puede hacer?

Partamos de la idea mencionada por la psicóloga: "cree que nadie la comprende y que la única solución a su sufrimiento es quitarse la vida". Si tal es el pensamiento, debemos demostrar lo contrario. Es decir, debemos hacerle saber que sí puede ser comprendido y ayudado. 

¿Cómo hacer eso? Existe una opción sencilla: preguntar por esa persona con cierta frecuencia, interesarse por su estado y enfatizar, en cada conversación, que estamos allí para él/ella y que puede contar con nosotros si se siente mal. Es posible que el individuo no manifieste señales, pero el sentir que hay alguien que se preocupa por él puede cambiar las cosas, pues dejará de sentirse en completa soledad y, en medio de sus emociones, puede buscar este apoyo en nosotros. 

Si analizamos, podemos ver que no es necesario que la persona sea cercana para poder apoyarla; al realizar esta acción, por ejemplo, en nuestros contactos de redes sociales, podemos llegar, sin saberlo, a dar un apoyo a quien lo necesita.

En conclusión, si bien existen casos en que la ideación o conducta suicida no tiene señales, en ambos casos es posible prevenir. Es cierto que es más fácil hacerlo cuando existen indicios, pero, por medio del contacto, la empatía y el tacto con nuestro círculo (aunque no sea cercano), es posible brindar un apoyo a quienes no presentan señales

Con la participación de la psicóloga Jacqueline Aquino, licenciada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y maestrante en Terapia Cognitivo Conductual por el Centro de Psicoterapia Cognitiva.

Instagram: @psicologia_emocionante